Con más pena que gloria consiguió los 3 puntos la U.D. Montecarlo en su segundo partido consecutivo en tierras oscenses, realizando, posiblemente su peor partido de la temporada, que a punto estuvo de costarle un tropiezo que hubiera supuesto un importante paso atrás en la brillante trayectoria que está llevando. Mal partido en líneas generales por parte de ambos conjuntos, donde la diferencia en la clasificación apenas se vio y en el que el empate no hubiera sido un resultado del todo injusto.
Comenzó el Montecarlo como la mañana oscense, frío, muy frío, siendo los primeros minutos de claro color local que se adueñó de la parcela ancha y llegó a las inmediaciones del área visitante aunque carente de peligro alguno. Un cuarto de hora estuvo sin aparecer el cuadro zaragozano y cuando apareció, a pesar de equilibrar, incluso pasar a tener cierto dominio territorial, no parecía el de otros días. El partido transcurría soso y aburrido, un Montecarlo sin ideas, desdibujado, inseguro, enfrente un Peñas que veía como pasaban los minutos y el lobo no era tan fiero, ganando en seguridad y confianza, sin pasar apuros y creyendo que era posible arrancar algo positivo de este encuentro.
Sobre la media hora llegó las más clara y única ocasión del cuadro del canal en la primera mitad, en un triple remate a bocajarro que no se sabe muy bien como no terminó entrando; fue un espejismo en un oasis de mal juego con el que llegamos al descanso, tiritando por el gélido viento que soplaba.
Un poco cambió la decoración en la segunda mitad y el cuadro de torrero comenzó a dominar de forma más clara la situación, aunque siguió espeso y sin las ideas muy claras, pero hizo trabajar un poco más a la defensa local; los locales por su parte se agazaparon de forma definitiva atrás intentando conservar el resultado o cazar desprevenido a su rival en alguna contra, aunque ya no salía apenas de su campo. Con el transcurrir de los minutos y ante el dominio infructuoso del equipo visitante, comenzaron a aparecer los nervios, dentro y fuera del campo, nervios que nublaban a los de torrero sobre todo en los metros finales. Pero el dominio, aunque espeso, dio sus frutos al filo del minuto 75 de partido, cuando a la salida de un córner, un certero cabezazo supuso el 0-1 en el marcador.
El conjunto local, a pesar del mazazo recibido a escasos minutos de conseguir su objetivo, se fue hacia arriba en pos del ansiado empate, pero ahí se topó con sus propias carencias y con la inspiración del portero visitante en el único lanzamiento de los locales, que logró desviar lo justo para que el balón diera en el larguero y no entrara, en la única ocasión del Peñas. Pudo sentenciar a la contra en los instantes finales el cuadro zaragozano pero estaba claro que hoy no era el día, lo que por otra parte hubiera sido demasiado castigo para el equipo oscense, que vio como se le escapaba un punto que ya daba por ganado.
Son partidos siempre trampa en los que a veces se mira de manera inconsciente la clasificación, pero hay de exigirle más en este tipo de partidos a este Montecarlo que tan buena campaña está realizando. En fin, todo escribano echa un borrón y esperemos que este haya sido el nuestro.
La puyita de alasan: Mal, muy mal el juego desplegado este sábado, nada que ver con el realizado la semana anterior en este mismo campo y ante un rival bastante superior al Peñas; sería muy largo intentar explicar todos los errores que pudimos cometer y buscar sus causas, me limitaré a nombrar dos que parecían desterrados, pero que volvieron a aparecer con fuerza.
El equipo se partió desde los primeros minutos, no hubo que esperar ni a que apareciera el cansancio como escusa; roto en dos, con una distancia enorme entre líneas lo cual perjudicó enormemente la salida de balón y obligó a abusar del balón largo, lo que sin duda favoreció la labor del rival e impidió que entrásemos en el partido. No puede ser que el centro del campo se parta de una manera tan evidente, alguien debe de hacer de enlace en la transición defensa ataque.
Estuvimos mal en líneas generales, sin frescura ni ideas, rotos por el centro, sin salida clara, y cuando lo conseguimos, en algunas fases de la primera mitad y gran parte de la segunda, algunos se empeñan en hacer la guerra por su cuenta desactivando completamente cualquier intento de acercarse con peligro a la meta rival. A estas alturas de la película creía que ya habíamos aprendido que nos va mejor individual y colectivamente si jugamos como un verdadero equipo.