De inoportuno tropiezo podríamos considerar el resultado obtenido por la U.D. Montecarlo en su desplazamiento a “Bilbilis” y aunque me resulta complicado, voy a tratar de hacer una crónica de lo ocurrido allí, si bien no puede ser una crónica al uso, ya que por desgracia, sucedieron circunstancias que escapan al terreno meramente deportivo. Los que me siguen saben de sobras que raramente me escudo en circunstancias extra-deportivas para justificar los resultados de mi equipo, pero lo vivido ayer en el campo del Calatayud merece la pena ser tenido en cuenta.
Pero que nadie piense que sólo las circunstancias excepcionales que allí sucedieron fueron la causa del empate del cuadro de torrero frente al colista, no, una gran parte de culpa la tiene el no haber sabido matar el partido en la primera mitad, la única que puede ser de alguna manera tenida en cuenta como un verdadero partido de fútbol y donde el cuadro de torrero fue netamente superior a su rival, dominando por completo la situación y generando ocasiones más que suficiente como para haberse ido al descanso con un resultado más amplio que el 0-1 que reflejó el marcador, pero el portero local con 3 grandes intervenciones y la falta de acierto tradicional de los rojillos en otras 3 ocasiones propiciaron que sólo subiera al marcador el gol conseguido de cabeza a la salida de un córner, allá por el minuto 20 de la primera mitad.
Ya había dado muestras de su talante el colegiado de turno, por llamarlo algo, dando un recital de pito en contra del cuadro visitante, con continuas amenazas de sanción hacia el banquillo mientras permitía que el cuerpo técnico local campase a sus anchas, pero su actuación en la segunda mitad rozó el esperpento. El conjunto local salió un poco más adelantado lo que obligó al Montecarlo a dar un paso atrás esperando poder salir a la contra para sentenciar el encuentro, pero ahí entró la labor del trencilla de turno, señalando falta en cada recuperación del conjunto visitante, incluso aunque no hubiera ningún jugador rival cerca y se produjera un choque entre dos jugadores rojillos, amedrentando a los chavales con comentarios chulescos e impropios, ya no de un verdadero juez, sino de una persona normal que se dirige a chicos de 15 años, con continuas amenazas hacia el entrenador visitante.
Todo esto hizo que el conjunto de torrero se desenganchase completamente del encuentro y aunque no pasó apuros en defensa, tampoco era capaz, o no le dejaban, desplegarse en ataque. Así hasta que, sobre la media hora de la segunda mitad, en otra inexistente falta señalada por el colegiado, llegó el gol del empate para el Calatayud. Como era previsible, el Montecarlo se estiró en pos de la victoria, pero de nuevo se encontró con el colegiado que, como era de esperar, tampoco quiso pitar una claro penalti por mano dentro del área del Calatayud, llegándose al final del partido con el resultado de empate a 1 ante el jolgorio de la hinchada local.
Hasta aquí la parte que podríamos considerar que entra a formar parte de lo puramente deportivo, aunque un servidor lo dude, dado la actitud prepotente del colegiado, pero al terminar el partido, algún aficionado del conjunto local, se encaró e incluso llegó a empujar a algún jugador visitante, con la formación de la consiguiente gresca que hizo que tuviera que presentarse la policía en las instalaciones. De verdad vale todo en el intento de salvar la categoría de un equipo; la actitud del cuerpo técnico, incluso con arengas a sus jugadores de que fueran duros aunque se jugasen la tarjeta, oído por mí mismo, de parte del público, con una agresividad inusitada, dicen muy poco un club histórico como el Calatayud, que parece haber perdido el norte en las últimas jornadas, teniendo que intervenir las fuerzas del orden en sus 2 últimos partidos jugados en casa, algo que debería ser tenido en cuenta por todos esos rectores de la federación que parecen abogar por erradicar la violencia del fútbol.
Al final la cosa no pasó a mayores, pero es lamentable que se produzcan estos hechos en un partido de fútbol base; he de decir que dentro del terreno de juego, a pesar del clima de crispación creado desde la grada, el banquillo y por el propio colegiado, los chavales se comportaron con corrección y dentro de lo que ocurre en un partido de fútbol, dando todo una lección a sus mayores.
El empate puede ser un traspié para el Montecarlo y no sirve de nada a las aspiraciones de salvación del Calatayud, pero aunque sirviera, merece la pena el desprestigio y el ejemplo que están dando por salvar una categoría. Que cada uno saque sus propias conclusiones.
La puyita de alasan: De las circunstancias extradeportivas que rodearon al partido ya he hablado y poco más hay que decir; evidentemente tuvieron repercusión directa en el resultado final y condicionaron el juego del equipo. Pero no podemos excusarnos sólo en ellas, o en el estado lamentable del terreno de juego, o en las bajas, la verdad es que pudimos y debimos sentenciar el partido en la primera mitad, lo cual sin duda hubiera evitado lo que luego se produjo, y es ahí donde debemos centrar nuestra autocrítica. Las ocasiones marradas no siempre obedecen a grandes actuaciones de los porteros o la defensa rival. en demasiadas ocasiones se deben a nuestra propia ansiedad y a buenas dosis de individualismo y egoísmo de cara al gol; solo así se explica que se produzcan disparos a puerta aún cuando hay compañeros mejor situados, o que busquemos insistir en acciones individuales cuando lo más práctico es jugar con el compañero; si alguna de las ocasiones que tuvimos se hubiera materializado lo ocurrido en la segunda mitad no hubiera tenido la relevancia que tuvo en el resultado.